IGUAISURAGUA
Iguaisuragua,que en lengua ópata significa "con mucho afecto", es para compartir con mi familia y amigos. Contiene parte de mis obras literarias y mis andanzas por diversos lugares.
PEREGRINA
PEREGRINA
Jueves 3 de Marzo del 2016. Ahuacatlán Nayarit.
4:30 hrs. Placita frente al DIF. Visto un juego de ropa deportiva color rosa y bajo él llevo pantalón y camisa de los llamados “calentadores”; el frío que se deja sentir me ha obligado a ajustar el gorro y cubrir mi boca y nariz con una mascada.
¡Vámonos! Ordena alguien e iniciamos la marcha. Somos diez mujeres y tres hombres; estos últimos son dos jóvenes y uno mayor, don Chuy. Mi cuñada Rosa me ha dado un palo de escoba que se convertirá en mi apoyo cuando iniciemos el ascenso. Lo llevo en mi mano derecha y en la otra, una pequeña linterna con la cual voy iluminando las puntas de mis pies. Los cuatro jóvenes del grupo caminan a nuestras espaldas y combinan risas y cantos. Pasamos la Haciendita sin contratiempo y el amanecer nos alcanzó al llegar a La Campana. Ahí, tomo la primera fotografía.
La Campana
La Cebolla
Ahí, iniciaremos el ascenso. Un letrero indica La Cebolla, 8 kilómetros. Comenzamos a subir una cuesta empedrada apoyándose, la mayoría, en las llamadas “burritas”, o sea, bastones (pueden verse en la fotografía), yo lo hago en mi palo de escoba. La cuesta es muy empinada y luego de un rato de caminar comienzo a sentirme mal. Veo estrellitas, le digo a Rosa y a su amiga Concha, que caminamos juntas. De inmediato, Concha me da un chocolate y uno de los jóvenes hace lo mismo. Devoro el primero y las estrellas desaparecen y, al ver tal efectividad sigo con el segundo. Uno de los jóvenes se ofrece a ayudarme con la mochila que porto a mis espaldas y que contiene agua, jarabe para la tos (llegué enferma a Ahuacatlán), chocolates, paletas de miel y limón, jugo, dos sándwich y galletas. Me quedo con la cámara y una botella de agua.
Nos hemos quedado atrás y el subir es lento. Desde el inicio de la subida he tenido la sensación de ir al cielo. Lo empedrado de la cuesta termina y se convierte en una simple brecha. La vegetación va cambiando; los cedros son inmensos. Comienzo a desesperarme. Tras cada cerro que subo abrigo la esperanza de encontrar terreno plano, pero no es así. Surgen las historias. En esa cuesta hubo un accidente, de mucho tiempo atrás, y murió una niña. Los peregrinos que pasan de madrugada por el lugar, dicen escuchar que llama a su madre y otros, escuchan el ruido del carro subir la cuesta pero jamás los alcanza el automóvil ni ven luz alguna de sus faros. El silencio nos acompaña y el cansancio nos obliga a descansar. Cualquier piedra del camino es buena para reposar un tiempo breve.
Me dijeron que subiría y bajaría cuestas pero no que cruzaría una cordillera, les digo a mis compañeras. Mi comentario las hace reír. Ese relax nos da ánimo y sigo con mis comentarios. ¿De dónde sale tanto cerro? Seguimos ascendiendo un camino que oscila ante nuestros ojos. Sólo nos han dado alcance dos autos. Esa condenada Cebolla que no deja ver su rabo, ¿Falta mucho? Más o menos, dice Rosa. Me siento mal de haberlas atrasado en la caminata. Un ciclista nos rebaza y luego un pick up cuyo conductor pregunta: ¿todo bien? Sí, contestamos las tres, aunque yo debiera haber dicho que no, que me llevara a La Cebolla. Ya no veo el camino, para no desesperarme, sólo observo el metro de tierra alrededor de mis pies. ¡Por fin!, cuando ya no lo esperaba, veo al resto del grupo que está en lo que parece ser la cima. Los cuatro jóvenes están acostados en el suelo y doña Mary, la persona de más edad, está recargada en un paredón. Ellos ya han desayunado y aún hay brazas en el fuego que encendieron para calentar los alimentos. Me dejo caer junto a la hoguera y recupero mi mochila. Saco mi desayuno y me doy cuenta que no tengo hambre. Alma dijo que no pudo comer porque trae su estómago revuelto. Muerdo el sándwich y me doy cuenta que me pasa lo mismo que a Alma; sin embargo logro engullir la mitad y dejo el resto. Bebo el jugo. Ya descansados, nuestros compañeros inician el descenso, nosotros nos quedamos unos minutos más. Y yo vuelvo a preguntar, ¿pero dónde está esa condenada cebolla? Ya cerca me dice Rosa. Iniciamos el descenso y después de recorrer un poco más de un kilómetro, ¡Ahí estaba La Cebolla! Nos detuvimos frente al Templo y descansamos unos minutos; ahí pensé: En La Campana había un letrero que decía ocho kilómetros La Cebolla. ¿¡Quiere decir que subimos una cuesta de casi siete kilómetros!? Me costó trabajo creer que lo logré.
La Cebolla
Los anfitriones en Las Guásimas
Así, ¿o más a gusto?
Las Guásimas
Seguimos caminando hacia nuestro objetivo: Las Guásimas. Unos cuatro kilómetros más. Ahí, los conocedores dijeron que nuestra jornada de ese día había sido de veinte kilómetros. Y siete de subida, dije.
Viernes 4 de Marzo. 3:30 hrs.
Rumbo a Cofradía
Partimos a las 3:30 hrs. Y nos alejamos de Las Guásimas descolgándonos por una vereda muy pronunciada. Llevo la mirada fija en el círculo de luz de mi linterna. Alguien de los que van a frente pide que contemos y me tocó el número nueve. Frente a mi va Concha y a mis espaldas caminan los cuatro jóvenes del grupo, ya que Concha así se los ha pedido. Concha lleva su linterna en la frente y camina con inseguridad; anteriormente me había dicho: me dan miedo las bajadas. Llevamos buen rato caminando. No hay luna, eso hace la madrugada muy obscura. Seguimos descendiendo, hay que bajar parte (si no es que todos) de los siete kilómetros ascendidos el día anterior. Los jóvenes siguen riendo y cantando. De pronto, un ruido a nuestra derecha hace que Concha voltee y en reacción en cascada, hago lo mismo. Cuando vuelvo mi vista a la vereda Concha ha desaparecido del camino. Me llevo el susto de mi vida y grito: la señora se ha caído. En ese momento fui consciente de que a nuestra izquierda bordeba el voladero. Rosa se regresa y grita los demás que se detengan. Don Chuy vuelve sus pasos, presuroso y las mujeres aluzamos hacia donde Concha, con las piernas cruzadas, ha quedado quedó sobre un arbusto. Uno de los jóvenes baja sujetándose de la maleza y logra que ella se incorpore; don Chuy y el otro joven le piden a Concha se sujete de “la burrita” y entre los tres hombres Concha es rescatada. Afortunadamente no pasó de un raspón en su pierna. Alertada por el peligro de la vereda que bajamos, camino con más cuidado, pues me he dado cuenta que llevar fija la vista en la luz de la linterna hace que me maree cuando dirijo mi vista hacia los costados. El animal sigue moviéndose cerca de nosotros; dijeron los muchachos que era una vaca y yo les creí, sin intentar comprobarlo. El descenso nos lleva horas y alcanzamos el arroyo justo al clarear el día. Cuando eso sucede, los jóvenes nos rebasan, pues ya han cumplido con su protección en la bajada. A medida que la luz del día avanza, podemos disfrutar de una sinfonía de cantos de pájaros y comenzamos a disfrutar del paisaje.
Dimos una vuelta “gratis”, pues nos equivocamos de vereda y luego de buscar señales continuamos por el camino correcto. Divisamos a lo lejos un pueblo, creo que dijeron era San Rafael. Después de bordear un plantío de maguey salimos a la carretera y subimos, ya con el sol alto, agotadas, sudadas y hambrientas. En lo alto de la cuesta, un camarógrafo nos enfoca y no tenemos aliento para replicar. Nos detuvimos un momento y admiramos el paisaje. Aquí, una señora insistió que de habernos levantado más temprano hubiéramos llegado antes de las ocho y yo pregunté: ¡qué hay a las ocho en ese lugar a donde vamos? Nada, me contestaron. Entonces me di cuenta que entre ellos existe una especie de juego de ver quien llega primero y quien al último; a los primeros les llaman “Rudos” y a los últimos “Rastrillos”.
Desde ese lugar divisamos Cofradía, nuestro objetivo de ese día. Bajamos una parte de la carretera y luego nos desviamos por una vereda, ¡totalmente campo traviesa! Sujetándonos de matorrales secos, brincando paredones en un zigzagueo constante, finalmente llegamos a orillas del Río Ameca, división entre Nayarit y Jalisco; al otro lado, el pueblito de Cofradía. Cruzamos el río sobre dos troncos y, recorriendo entre grandes piedras y luego sobre arena, finalmente subimos la cuesta que nos introdujo a Cofradía.
Cruzando el Río Ameca
El grupo crece
Ya no somos trece, el grueso de los peregrinos de Ahuacatlán, partieron a la media noche (entre jueves y viernes) e hicieron su jornada completa hasta este lugar. Ahí, armamos por primera vez nuestra casita de campaña que nos daba cierta privacidad.
Cancha en Cofradía
Cofradía
La comunidad es pequeña y pintoresca. Desayuné nopalitos con huevos, frijoles y tortillas de maíz hechas a mano, todo delicioso. Luego de descansar, por la tarde, recorrí sus callejones y tomé algunas fotografías de las casas antiguas.
Cantina en ruinas en Cofradía
Rosa y yo en Cofradía
El grupo creció de nuevo cuando, por la tarde, llegaron más peregrinos. Tere, hermana de Concha, se integró a nuestro equipo. Aquí conocí a un grupo llamado “los Rastrillos”, que viene al final de la peregrinación. Traen el estandarte de Ahuacatlán y una Virgen de Talpa pequeña. Portan sobre su cabeza un sombrero de tela con la leyenda “Rastrillos”. El sacerdote viene entre ello.
Los Rastrillos llegaron como a las cuatro de la tarde, con sus caras encendidas por el ardiente sol, pero muy sonrientes. El sacerdote no dio misa pero confesó toda la tarde. Comienzo a percatarme de la religiosidad que mueve a los peregrinos de Ahuacatlán.
Sábado 5 de Marzo
2:30 de la mañana. El murmullo de los peregrinos levantando las casitas de campaña y doblando cobijas y almohadas que meterán luego en un gran saco de tela, nos despierta. Hemos dormido listas para abrir los ojos, recoger nuestro campamento y partir.
Nuestro equipaje lo lleva Mario, esposo de Rosa, pero hay más automóviles que hacen lo mismo, así como carros toneladas, que transportan el equipaje de la mayoría de los peregrinos.
A pesar de que hicimos el levantamiento con rapidez, de pronto nos vimos solas y partimos a prisa por callejones de Cofradía, buscando la vereda de salida; no la encontramos y tuvimos que seguir la carretera; de nuevo ascenso; me quejé de ello: subir, subir, subir. El frío y el polvo hacen que mi alergia me obligue a respirar por la boca, con el consabido cansancio. Caminamos cuatro kilómetros y encontramos la estación de café, canela y pan dulce. Rosa me sugiere subir al carro e irme con Mario a Copales, nuestro siguiente objetivo. Acepto de inmediato pues ya me he cansado de tanto ascenso. El recorrido es por brecha y llegamos a nuestro objetivo justo al amanecer. La actividad ganadera del poblado estaba en su apogeo y me llamó la atención que en vez de caballos utilizaran machos.
Copales
En Copales...
Aquí me doy cuenta del error que cometí al subir al carro de Mario. Cuando quise bajarme mis piernas no respondieron. Tuve que permanecer de pie un rato hasta que pude caminar y lo hice subiendo y bajando la pendiente para calentar mis extremidades. El frío, a todo lo que da. Preparé la casita de campaña y me recosté a esperar que llegaran quienes venían caminando. Después de unas dos horas fueron apareciendo los peregrinos y Rosa, Tere y Concha fueron de las primeras en llegar.
Aquí, nos alcanzaron los bicicleteros y los de a caballo (charros). El desayuno fue obsequio de una samaritana de Ahuacatlán a quien llamaban Adelina. Todo riquísimo: menudo, con grano y sin grano, pozole, frijolitos, tortillas de maíz, aguas de arroz, tamarindo y Jamaica.
A las siete de la tarde, misa en la iglesia del pueblo.
Así lució el campamento en un tejabán que presta la comunidad.
San Sebastián del Oeste
Domingo 6 de marzo, 1:30 de la madrugada.
Objetivo: San Sebastián del Oeste.
Desde Las Guásimas, mis acompañantes me habían sugerido que no hiciera ese recorrido porque había otra pendiente muy pronunciada y de siete kilómetros, en un lugar llamado Los Reyes, así que me levanté con dificultad y sin miramientos subí al carro. La plática de Mario es entretenida mientras damos tumbos por el camino de terracería. No hubo estación de café y llegamos a Los Reyes, un puñado de casas pegadas unas a otras, muy pintorescas. Esperamos a las mujeres y luego de verlas partir por la vereda, iniciamos la subida y, sí, muuuy empinada.
Luego de recorrer parte de esta pendiente llegamos a un punto donde unos peregrinos nos preguntaron si era la vereda correcta a seguir. Mario les dijo no saber y nos quedamos esperando que llegara otro auto. Ahí llegó un señor y le dijo a Mario que traía a Rosa porque no pudo seguir la ruta. Concha, Tere y Rosa subieron en la parte trasera del pick up, que traía camper. Así, llegamos a San Sebastián con el sol ya presente y nos instalamos en un salón de eventos a espaldas de la Presidencia Municipal.
Este pueblo resultó ser un deleite a nuestros ojos, ¡hermoso! Con una gran cantidad de hoteles que ocupamos solo para bañarnos, pues el señor cura se había encargado de recordar constantemente el sentido de penitencia del peregrino. En la misa que hubo por la tarde me invitaron a participar e hice la primera lectura.
San Sebastián de Oeste
Vale la pena el esfuerzo y conocer este lugar
Placentero recorrido por las calles de San Sebastián.
Les digo...
San Sebastián...
En este lugar, la comida fue obsequio del Presidente Municipal de Ahuacatlán y consistió en guisado de pollo, puerco, arroz, ensalada, tortillas y agua de arroz, todo riquísimo. Entre los peregrinos, el día se fue en mesa de barajas, dominó y lotería. Aquí el grupo se dispersó y yo me acerqué a platicar con quienes jugaban baraja y luego de observar a un señor que ensartaba agujas con hilo negro, pinchaba sus ampollas y dejaba las hebras de hilo, me acerqué a preguntar por qué lo hacía. El hilo permite que la ampolla arroje todo el líquido y se seque son mayor rapidez, me dijo. Rosa y Concha llegaron hasta el final del recorrido con sus pies libres de ampollas, pero ellas, habían comprado velas de cebo y, derretido, se lo untaban en sus pies.
El Atajo
Lunes 7 de Marzo, media noche.
Para este momento, me había convertido en una experta en deshacer la casita de campaña y doblarla sin que se acumulara aire. Había dicho la noche anterior que ya no retomaría mi peregrinar porque mis tobillos apenas se estaban deshinchando y estaba recuperando casi toda movilidad de mis piernas; además, llegando a Hermosillo tenía un evento donde tendría que calzar zapatillas. Así que, muy cómodamente subí al carro y enfilamos a nuestro próximo destino: El Atajo.
Los peregrinos llegaban con muy buen paso y ánimo. Así me imagino la jornada no fue difícil. En este lugar, las personas que viven a la orilla de la carretera, prestan sus patios para que los peregrinos acampen y nosotros llegamos a una casa donde sólo permitieron la entrada a nuestro grupo y al otra persona llamada doña Lucía.
Comida bajo un gran árbol
Estancia en El Atajo
En este lugar, el presidente Municipal de Ahuacatlán, de forma personal, ofreció una carne asada. La estancia en El atajo, para mí, fue placentera: dormí, comí y nos echamos una visita rápida al poblado de Mascota, que resultó ser una comunidad de casa antiguas con calles bulliciosas.
Martes 8 de Marzo. El Atajo.
Concha, Rosa y Tere, habían decidido hacer el recorrido de El Atajo a Mascota, en el auto y esto les dio una seguridad que hizo que durmiéramos hasta las 3:30 de la madrugada! Cuando despertamos no había absolutamente nadie, ¡ni los rastrillos! En una carrera donde Mario llevó su auto sin respetar hoyos o topes llegamos a Mascota, a la estación de café, donde los rastrillos eran entrevistados por el camarógrafo que iba capturando la peregrinación y queriendo y no, mis amigas tuvieron que unirse a ellos. Mario y yo, cómodamente, aún a oscuras llegamos aun lugar llamado La Cocina, formado por puros restaurantes donde las ollas hervían y las señoras comenzaban a tortear. Ahí, Mario durmió en la parte trasera del auto y yo, sentada en el asiento del copiloto me eché una dormida como de dos horas. Continuamos el camino hasta La Cruz de Romero, que es un mirador de Talpa. La vimos escasamente unos minutos porque fue cubierta por neblina, mientras el cielo se encapotaba con amenaza de lluvia.
Llegamos a Talpa. Las cocinas callejeras con canela hirviendo, café de olla, gorditas, quesadillas y tamales fritos estaban por doquier. Tomé un café de olla y luego fuimos al hotel a apartar dos cuartos: se los entregaremos a las once, nos dijo la encargada. Regresé al carro y me puse a checar mis mensajes de WhatsApp, más de setecientos. Ahí me dieron las nueve y media cuando decidí ir de nuevo al hotel y logramos que nos entregaran las habitaciones: ¡a dormir!
Para las once de la mañana, Concha, Tere y Rosa, ya se estaban con nosotros. Como la gente llega a cuenta gotas, se había informado que la entrada formal de los peregrinos de Ahuacatlán sería a las tres de la tarde, pero como había llovido y la amenaza persistía, se adelantó media hora.
He aquí los peregrinos de Ahuacatlán Nayarit.
Un gran contingente se hizo presente
Con sus danzantes y charros
Gran devoción mostraron a la Virgen de Talpa
Nuestra Señora del Rosario de Talpa
¿Y yo? ¡Feliz! Por hacer realidad un sueño de hace varios años.
Peregrina...
He de decir que cuando llegué al templo, entre los devotos de la Virgen del Rosario de Talpa, me sentí uno de ellos. Si bien, no había hecho todo el recorrido, Tere insistió en que fuera por mi reconocimiento de peregrina, argumentando que no todos hacían el recorrido completo, que los que pagaban manda eran quienes se cumplían al cien. Me convenció.
Ni ojos claros, ni divina.
Una muy agradable experiencia que me permitió ver de cerca la religiosidad de los nayaritas, su devoción por la Virgen del rosario de Talpa y su lucha por conservar una tradición que, nadie recuerda cuando inició. Mil gracias Rosa, por invitarme y tolerarme en los retrasos en el camino a los que las obligué. Tere y Concha, fue un placer conocerlas y convivir con ustedes esos días.
P. D. A la pregunta de si volvería a hacer la peregrinación, contesté: Si, pero marcharé con Los Rastrillos.
Así nos divertimos
Claro que sí.
¡Yiiija!
Jijiji
BODAS DE DIAMANTE
En la playa del Amor
Nuevo Vallarta, Nayarit
Comitán de Domínguez, Chiapas
Casa de don Belisario Domínguez, en restauración.
Busto de Rosario Castellanos.
Mi trauma
Exposición de autos antiguos en Comitán, Chiapas.
Paseo a caballo en pleno centro de Comitán, Chiapas.
En la Universidad de Tuxtla Gutiérrez.
En la escalinata del Palacio Municipal de Magdalena de Kino
Cronistas asistentes al Congreso en Magdalena de Kino.
En Magdalena de Kino. Mayo 22 del 2015
Jornadas Binacionales de Literatura Abigael Bohórquez
Jornadas Binacionales N° 24
Con alumnos de la Secundaria Técnica del Ejido Islita
Tombstone Arizona
Tombstone, Arizona
Arizpe Sonora
En Bacoachi Abril 13 del 2015
Cárcel de Cananea
Noche buenas
Corona del Señor
Bouquet de Rosas
Mi jardín, después de la lluvia
Club de lectores
Arco bajo el camino vecinal
Blusa bordada a mano
Capirotada
Pan casero
Belleza en verde
NATURA
NATURA
Madrugué el miércoles 7 de Enero del 2015, abrí los ojos a las seis con treinta minutos. Sí, madrugué porque aún no clareaba el día. Pleno invierno, cuatro días antes los árboles habían sufrido las secuelas de la helada y en lo alto de sus copas las hojas lucían café. Hoy sería mí primer día SOLA con la naturaleza.
A las nueve con cincuenta y cinco minutos me dispuse a subir una silla al auto, la cámara y una bolsa con lo más necesario para mi día en el campo. El pase de
una vecina atrasó mi salida por veinte minutos. Dialogamos de cosas varias, cumpliendo con el protocolo pueblerino después del saludo: interesarse por la salud de nuestros ancianitos, la helada y los árboles secos, “quemados por el hielo” y las últimas novedades. De estas últimas no hubo muchas, de lo
contrario, mi viaje al campo se hubiera atrasado más de una hora.
Las diez con veinticinco marcaba el reloj del automóvil. Nos llevó solo unos minutos llegar al paraje conocido como La Tescalama, a orillas del Río Yaqui. Bajé mis cosas y Jorge me ayudó con la silla
plegable. Encendimos los radios de corta frecuencia y los programamos en un mismo canal, el 22. De regreso al pueblo mi esposo me llamó para comprobar el funcionamiento de los mismos y lo hizo de nuevo al llegar a casa. Buena señal, me llamas cuando quieras que vaya por ti, se despidió.
Observé la orilla del río comprobando que llevaba más agua que el día anterior. Había pensado en la posibilidad de subir al brazo de un gran sauce que descansaba entre las piedras y el agua, brincar al banco de grava y arena, recorrer su forma de C y pasar a la otra banda del río. La corriente había cambiado y el trozo de árbol estaba cubierto por el agua. El cruce se frustró. Busqué un lugar semi oculto que me diera privacidad y no me llevó tiempo localizarlo;
desplegué la silla bajo una guásima, colgué la cámara de una de sus ramas y coloqué la bolsa de mis enseres en el suelo, junto a mi pie izquierdo. Llevaba en mi mano la taza-termo de café y la coloqué en una mesita anexa a mi silla. Me senté, cerré los ojos y aspiré el aire. Por un momento pensé que no estaba del todo bien con mis ideas y me pregunté, ¿qué hago aquí? Sentí cierto temorcillo que se fue volando con el aire que rozó mi cara. Ese aire que pasa entre las pequeñas hojas de los sauces y los mezquites que bordean, por uno y otro lado la orilla del río, es arrullador, pero se fue dejando de escuchar hasta ser superado por el monótono ronroneo del agua al deslizarse sobre las
piedras y la arena. Abrí los ojos y observé a la distancia el pesado vaivén de los árboles que distan de
mí no más de cien metros. Me preparé para recibir la caricia que resultó ser fresca, trayendo consigo los olores que recogió al pasar por la montaña y sus
cañadas hasta llegar al río. Escuché un golpe seco al otro lado de la corriente, a mi izquierda, como de un martillo en la madera; primero aislado y luego
continuo. Esto me distrajo. Seguramente un cerquero re posteando el límite de sus tierras… Aproveché para sacar de la bolsa mi cuaderno de notas adherido a
una carpeta gruesa para escribir en el aire. Hurgué en el fondo hasta encontrar el lápiz y me percaté de la gran cantidad de cosas que traía en ella: té,
cacahuates, bombones, barras de avena, una lecherita, pañuelos faciales, un libro a punto de terminar y otro, El escribidor y la tía Julia, aún con la envoltura transparente, una pluma, una lupa, el sacapuntas, el borrador, el teléfono celular, una bufanda y el radio. ¡Todo lo que una necesita para sobrevivir! Di un trago a mi café y esa acción me hizo elevar la cara y miré el cielo: seguía nublado. Las nubes, el ronroneo del agua, el airecillo y la quietud reinante me
convencieron de que mi decisión fue buena. Había pensado cambiar de planes cuando el sol no entró a mi ventana, a eso de las siete cincuenta y cinco, pero
seguí adelante con mis planes cuando me percaté que si no era hoy no sabría cuando lo haría. Un pájaro carpintero da de picotazos a un árbol muy cerca de
mí. Pequeños gorgoteos me dan la idea de que el caudal sigue aumentando. Esperaré un poco para acercarme a investigar.
Inicialmente había pensado sentarme en la superficie rocosa, pero la observación de mi marido de que bajo los sauces era más reservado, me llevó a instalar mi silla, tipo de Director de cine, a unos veinte metros de la orilla de las aguas. Tengo buen panorama. He descubierto a quien golpea por momentos y luego descansa: es un joven que arregla la cerca de su parcela, ¿qué cómo sé que es un joven? Viste pantalón de mezclilla y una sudadera negra y, sobre su cabeza hay una gorra azul con un estampado color naranja; en el pueblo, las personas mayores usan sombrero, no gorra. Una abeja me ronda y se ha parado sobre mi libreta de apuntes, seguramente ha sido atraída por el contenido de mi bolsa. El reparador de cercos ahora utiliza una motosierra y su ruido hace segunda al de un avión que cruza en las alturas, más allá de las nubes. Tres zopilotes planean sobre el río. Su danza es hermosa, embelesadora. Tras unos momentos de contemplación, miro a mi alrededor. Es mi primer encuentro con la naturaleza a solas. Observo a la distancia y a mi derecha un solitario equino que parece vigilarme. La abeja se ha ido más no así el airecillo. Exactamente frente a mí, a algunos kilómetros de distancia, la montaña azul muestra una
incisión con tonalidades rojas, blancas y café. Son muchos los cortes en la ladera de la gran montaña, parecen pirámides apiñadas. Es la mina de cobre y
oro de San Antonio de la Huerta. Unas franjas blancas reflejan un brillo plateado; son los techos laminados de las construcciones de la Compañía que la
explota. El joven sigue ahí; ahora se ha hincado y con ágiles movimientos de sus manos enreda alambre para sujetar el poste con el alambrado de púas.
Mina de San Antonio de la Huerta
Observo el mineral, es atrayente su fulgor, pareciera como si el sol, a pesar de estar sobre las nubes, arrojara sus rayos directamente sobre las pirámides aglutinadas. Acerco la mirada y veo con detenimiento el arbusto que tengo frente a mí, a no más de dos metros de distancia, casi seco, lleno de zacate y maleza que depositaron las aguas de la crecida en septiembre,. Eso me obliga a centrar mi atención en aquellos matorrales que perdieron la batalla contra la
fuerza de las aguas y hoy semejan gigantescas ostras, inclinadas hasta posar sus puntas en la arena pero sin dejar ver sus raíces: una, dos, tres gigantes y una, dos…. Diez más pequeñas. He perdido mi borrador. Termino el café y bailoteo buscando el borrador entre mis piernas y al no encontrarlo me pongo de pie. Encontré mi borra errores y mala letra. El airecillo dejó de jugar con los árboles y mi cabello. De nuevo la motosierra. Una mariposa oscura casi rozó mi cuaderno y detuvo su vuelo sobre unas ramas secas de sauce y lo explora con movimientos serenos de sus alas. A mi espalda circula un automóvil rumbo al pueblo; con seguridad, aún sin verlo, me digo que
es un pick up, puesto que la gente que se transporta en su caja se va comunicando a gritos. El cerquero sigue en lo suyo, cortando postes sin hachas, ahora un poco más distante.
Creo que la suposición anterior, sobre los rayos del sol y la mina, fue certera. La abertura roja-blanca y café, en la montaña, ya no brilla. Otro avión invisible.
Las nubes, en un principio blancas están tomando una tonalidad azul-gris. Sonidos a la distancia turban mi concentración y decido explorar bajo los árboles.
Sauces
El joven no aparece, pero un objeto que brilla cuando los rayos del sol, se dejan ver entre las nubes, me dice que él regresará y entonces yo… ¡Clik! Le tomaré la foto. Juan Enrique Ramos Salas estará orgulloso de que su libro Mi almorrana y yo esté siendo hojeado bajo los árboles de lugar tan maravillosos. Leo y me
detengo en unas líneas: “…sabes a dónde vas pero nunca por dónde” ¡Qué interesante! Por donde lo veas. Ese caminar incierto puede resultar dinámico,
atractivo o de desaliento. Todo dependerá de la sal, la pimienta y la canela que tú le inyectes para que el camino sea agradable; con altas y bajas, seguramente, de aquí hasta allá, pero interesante. Por ejemplo: me he instalado a leer y es una lectura fácil, digerible y ello me permite disfrutar en cada momento del aire fresco que ahora se deja sentir pues las nubes se han apoderado de nuevo del entorno. Puedo vigilar constantemente al joven arregla cercos para lograr sacarle la foto… Ring, ring, ring. Misión fallida. Lanzo el libro sobre la silla al tiempo que corro hacia la bolsa buscando el radio. Jorge dice que irá por mí en unos
minutos. Mientras espero, el aire arrecia y una lluvia de hojas de sauces me envuelve, esta vez, tomo foto y video.
Nubarrones
El muro de sauces que ahora tengo enfrente, con
lo brillante del día, muestran infinidad de tonalidades verdes. Sólo una copa amarilla interfiere en la cortina esmeralda. El carpintero ha dejado de trabajar,
no así el joven, aunque su motosierra se escucha más lejos.
No trajiste la compu. Dijo mi esposo cuando me ayudó a bajar mis cosas del auto. Pensé que mucha luz no me permitiría ver con claridad la pantalla, dije como
respuesta. No era toda la verdad. Pude haber traído mi Lap top y verificar la cuestión de visibilidad de la pantalla, pero no lo hice porque consideré que
escribir con lápiz, como me gusta hacerlo, sería también una experiencia para mí, porque he afirmado en varias ocasiones que sin computadora jamás hubiera escrito un libro. Pues bien, perdí la cuenta de las veces que he usado el sacapuntas; mi dedo medio y su uña ya muestran la deformación causada por la
madera que ha sido presionada por el pulgar. Sin embargo, estoy satisfecha. El pensar que tendría que vigilar la pila de la compu y soportar en mis piernas el
calor que genera, sería un distractor constante que no me lo dan mi cuaderno de notas y el Dixon N° 2 con el cual garabateo. Sí, garabateo, porque sólo yo seré
capaz de descifrar lo plasmado en el papel.
Ribera del Río Yaqui
El té de limón me quedó justo de endulzante. El termo conservó su calor. El pueblo está demasiado cerca y escucho su vibrar. Ahora es una cuatrimoto la que ruge entre sus callejones. Alguien ha gritado, quizá un pescador. Los autos no dejan de pasar, por el camino de terracería, en ambos sentidos. Otro invisible, pues
las nubes han vuelto a apoderarse del firmamento, bueno cuando menos del pedazo que sirve de techo a mi pueblo. El informativo meteorológico dijo que un nuevo frente frío entraría a nuestro País a mitad de semana. Quizá llueva.
Las hojas se mueven pero el contacto del aire en mi cara es mínimo. Solo una caricia. El arregla cercos no se escucha desde hace un rato, probablemente
regresó a su hogar, una de las cinco casas habitadas de la otra banda. El que gritaba ahora murmura, a la distancia. ¡Cómo circula la gente de mi pueblo!
Autos van, autos vienen: trabajadores quizá, paseantes, tal vez. Cinco zopilotes vuelan en círculo justo más arriba de mi cabeza. Caminaré para
decirles que no estoy muerta, que estoy escribiendo con un lápiz Dixon N° 2 y que se vayan a buscar su alimento a otro lado.
Abandono el refugio entre los árboles y salgo a la
explanada de rocas. Enfoco mi cámara y hago algunas tomas. Me acerco completamente al agua y pienso que si caigo al agua y me ahogo nadie se dará cuenta. Sigo con precausión y de nuevo hago clikear mi cámara. Permanezco unos minutos recargada en la roca que me brindó un excelente asiento. Veo salir, a mi rececha, una persona que camina hacia mí, viene agachada y se sorprende al verme: es un joven conocido que porta a sus espaldas un rifle. Me incorporo y le pregunto qué hace. Voy a buscar jabalínes para quitarme lo enfadado, dice. No dispares para este lado, acuérdate que estoy aquí, le digo como recomendación. No te preocupes, me dice, voy a brincar aquél cerro. El chico se pierde entre los árboles que me dieron privacidad; cruzará la carretera y seguirá la vereda que lo llevará al otro lado de la montaña.
Árbol en las rocas
Vuelvo a la silla plegable e intento retomar la escritura y algunas gotas mojan mi cuaderno. Llamo a mi esposo para que venga por mí porque lo último que yo
quiero es mojarme y pescar un refrío. Me dice que va rumbo a la carretera en busca de grava. ¡Ah! Uno de tantos autos que pasaron por el camino fue el de
él. Guardo todas mis cosas y cambio de lugar, más cerca de la carretera, visible al tránsito. El joven trabajador en el cerco de nuevo hace rugir su
cortadora de madera. La bolsa de cacahuates comprada en Jala, Nayarit, llama mi atención y me dispongo a pelar y comer algunos de ellos. ¡Divisé al reparador de cercos! Busco y mi cámara, la enciendo y… ¡él se ha ido! Decido leer sentada frente a las tierras recién cercadas y me propongo vigilar al cerquero para tomarle una fotografía. Leo y de vez en cuando miro sobre mis gafas en busca del joven. Pasa el tiempo y todo sigue igual. Me levantó a tomar más
fotografías y decido programar mi cámara para fotografiarme. Diez segundos me da de tiempo y corro dos veces a sentarme en mi silla de Director de cine. La cámara, sobre troncos de sauces secos, “flashea” mientras yo me cierno de la risa de mis ocurrencias.
Yo
Encontré un guaje seco (pequeña calabaza silvestre de sabor muy amargo) y lo levanté. Mis movimientos ahuyentaron a una parvada de godornices (nosotros las llamamos “Cuichis”) que abandonaron sus nidos en los escondrijos bajo la maleza. Aproveché para dejar espacio al té de limón en mi vejiga. Las copas de los árboles, unidas, forman el techo del echadero, hoy sin reses, y al observarlo, en un primer pensamiento creo ver nidos. Intento inspeccionar uno en busca de
huevecillos y descubro que son rebalses de la crecida. Mi asombro es grande: ¡Hasta esa altura y hasta ese lugar subió el río! El río. Me dirijo a él por dos motivos: lavar mis manos y corroborar su crecimiento. El agua está tibia pero no sé si limpié
mis manos o las ensucié más, porque el agua está achocolatada debido al lavado de tierra en busca de oro que algunos gambusinos, equipados con maquinaria de punta, realizan diariamente; respecto al nivel del agua, éste se mantiene igual. La motosierra se escucha cada vez más lejos.
El sol se asomó entre la nubosidad y me obligó a cambiar de lugar y de posición. En el cambio mandé todo al “traste”: mis notas se llenaron de arena, el
borrador casi quedó sepultado, la lupa, el sacapuntas y el lápiz salieron disparados y de entre las hojas de apuntes salió un recibo: Número 17 “cooperación para vitropiso del templo 2012”.
Ahora el mineral quedó a mi izquierda, el río también. El caballo se ha ido, quizá en busca de alimento o de una yegua, quién sabe.
Enciendo mi celular para ver la hora: 12:05. Me sorprende que el tiempo se vaya tan rápido. Llevo hora y media y había planeado permanecer en el lugar dos o quizá tres horas. El cerquero de nuevo, ahora a mi espalda. Las nubes azul-gris han desaparecido con los reflejos de la luz solar, ahora se limitan a ser
pinceladas que semejan señales de humo y muy a la distancia algunos nubarrones dignos de un paisaje al óleo.
Silla
Doblo la silla, me cuelgo la cámara y la bolsa y subo la pequeñísima pendiente que me llevará a la orilla del camino. Mientras espero, aún con la cámara apagada, no dejo de mirar a la otra banda y de pronto, movimiento a la orilla del río, fijo más mi atención… ¡es un perrito! Enciendo la cámara y la enfoco, alguien se asoma y yo… ¡Clik!
Joven reparador de cercos
EL EDÉN
EL EDÉN
EL EDÉN
El teleférico me llevó a ti. Cruzaba el aire con pasmosa trayectoria, silencioso. A mis pies, el acantilado y los tejados en formación diversa y diferentes matices
de colores café, naranja y rojo, me hicieron notar la altura por la cual oscila, de un cable, la canasta de metal que me lleva cautiva. De pronto, ¡ahí estabas! Una de tus incontables bocas abiertas es la que me recibió. De ella salía un vaho húmedo, agradable al olfato. Me introduje a través de laberintos y a medida que avanzaba, tus grietas se ensanchaban y se reducían en una maraña de tonalidades donde el claro oscuro se adueñó de cada una de tus venas y los
hilos de agua que intentaban reflejar tu esencia murmuraban mil historias al deslizarse, desgastándote, en busca de la luz.
El guía atrajo mi atención al extender su mano hacia mí y entregarme dos porciones de tus entrañas.
—La roca de Roque, murmuró.
Cuenta la leyenda que tus profundidades dejaron ver una roca enorme donde la plata era el metal dominante, despertando la codicia en Roque, quien para no compartirla con el colmenar de indios que horadaba tus entrañas, la ocultó para regresar
por ella cuando no hubiera ojos que vigilaran sus movimientos. Así lo hizo pero no la encontró y se internó en los túneles para no dejarlos jamás mientras
renegaba de sus dioses por tal pérdida.
—Si usted llega a encontrarla deberá compartirla con el guía.
La voz del joven me sonó lejana y su broma no logró el objetivo. Seguí mirándote, arriba, abajo, a los lados. Te escuchaba llorar, oía tu respiración, sentía tu
dolor, pero también saboreaba tu calma. Para ese momento había olvidado que visitaba una mina, El Edén, y sólo te veía a ti, morada de seres diversos que circulan dentro y fuera sin reparar a conciencia que has sido la madre de todos ellos.
El joven guía seguía con su discurso y lo interrumpí preguntando por qué El Edén. Dijo lo que seguramente ha repetido a miles de turistas y no fue suficiente para mí. Entonces me pregunté, ¿qué encuentro en ti? Y la respuesta fue: VIDA.
La cacofonía ensordecedora de vagones deslizándose sobre rieles interrumpió mis pensamientos. Subí al vehículo que habría de llevarme a la salida y, en un
recorrido brutal, donde el ruido y saltos intermitentes me envolvieron en un torbellino, llegué a la boca que me dio luz. Una vez fuera fui otra. Jamás me había adentrado en ti y al hacerlo comprendí que eres maravillosa por dentro y por fuera, que hay que respetarte, cuidarte y agradecerte el haber hecho posible la existencia.
La vida no existe sin la muerte y hasta de eso te has ocupado al hacer que Roque, en la búsqueda de un tesoro que creía suyo, se haya perdido para siempre en El Edén.
Dos pequeñas rocas tengo entre mis manos, una de ellas quizá sea la de Roque, la otra, simplemente eres tú.
Blanca Rosa López Martínez
A la sombra del ángel
Kathryn S. Blair
A LA SOMBRA DEL ÁNGEL: Kathryn S. Blair.
¡Uf, qué novela!
Interesantísima. 646 páginas que leí
con sumo interés. No había oído hablar
de Antonieta Rivas Mercado, la protagonista, y el no tener nada de información
de ella me hizo buscar su personalidad entre líneas y fue muy difícil
encontrarla. De hecho, terminé el libro sin encontrarla; más bien, no logré
entender a esa mujer que nace con el siglo y le toca vivir momentos muy
difíciles para los mexicanos de principio del siglo XX.
A través de la autora la sentí
siempre muy ansiosa, pendiente de mil cosas pero desatendida de su hijo.
Antonieta vive un tiempo donde la mujer
no tenía derecho a la educación escolar, menos al voto, sin embargo ella se
mueve entre pintores, actores, cantantes, una élite intelectual que le da
cabida en tertulias pero no en su
corazón, así lo sentí.
Su corta permanencia en este
mundo, quizá, es lo que hizo que personas como yo sólo la conociera en la
lectura de este libro escrito por su nuera. Sin embargo el interés en la novela
está presente en cada hoja que volteas y pretendes sea la última en ese momento pero que, sin darte
cuenta sigues pasando hojas hasta que te ves obligada a detener la lectura por
el momento.
Otro aspecto de sumo interés es
darte cuenta de la visión que tienen los integrantes de la alta sociedad mexicana
respecto a personajes que hoy vemos como héroes, como forjadores de una patria:
Madero, Francisco Villa, Obregón, Calles, entre otros.
Mi recomendación para pasar tus
ojos por esas 646 páginas es amplia.
Blanca Rosa López Martínez.
Gerardo Cornejo
Gerardo
Cornejo
Al
leer a Gerardo Cornejo, cuando más concentrada va uno en la obra, de pronto
saltan algunas palabras cuya escritura es poco común , aunque es fácil deducir
su raíz la palabra en sí está fuera de uso actual, o, quizá pertenezca a un
nivel más avanzado, habría que investigar. En Lucía del Báltico Cornejo utiliza
un lenguaje sencillo, envolvente, en ocasiones jocoso y muy visual. Es una
novela entretenida donde abundan palabras como naderiles, iglesieros, pintador,
terturiales, presagioso,nalgamen, habladeras, tristozo y muchas más. Da la
impresión de que Gerardo Cornejo ha inventado una nueva forma de escribir y
hablar, yo lo llamaría “cornejear”, algo similiar a lo que hizo Cantinflas a través
de su arte: cantinflear,
En
Lucía del Báltico la trama gira alrededor de la mesa 10 en el comedor de un
transatlántico, en dónde, cumpliendo con la tradición de la travesía, cada uno
de los personajes asignados a esa mesa, deberán contar alguna anécdota
autobiográfica que deberá ser libre, sin reglas y espontánea. Hay también una
historia de amor con un final interesante.
La
novela consta de XXI capítulos y es hasta el número XX donde se habla de Lucía
del Báltico, resultando una hermosa leyenda sobre los ojos de Santa Lucía.
Blanca
Rosa López Martínez.
Con Gerardo Cornejo en la Feria del libro 2013
Lectura en la Tertulia de ESAC en honor a Gerardo Cornejo
Asistentes a la tertulia
Y me fui un día a La Tescalama y me tomaron esta fotografía.
En Zacatecas, en el Congreso N° 36 de Cronistas a nivel nacional.
En uno de los muchos callejones que invitan a buscar leyendas escondidas entre los angostos pasajes
¿Alguién toca a la puerta del templo de San Agustín?
En las ruinas de La Quemada, en Zacatecas
En Morelos, Zacatecas
En el cerro de La Bufa, con Pancho Villa, Felipe Ángeles y Pánfilo Natera a mis espaldas.
En Jerez, me topé con este auto y no resistí la tentación.
En la fuente en honor a los fundadores de la ciudad de Zacatecas.
¡Y por supuesto! Con el Gobernador del Estado de Zacatecas.
El Bacárachi
Con mi adorado pueblo de fondo.
Y el fabuloso río Yaqui.
Unión de río y arroyo en Tónichi
En Carbó, Sonora
Grupo de cronistas en Carbó
Puerco al ataud en Carbó
¡No podían faltar!
Preparándome para la fiesta de la pitaya en Carbó
Con todo y espinas
Mhhh! Deliciosa!
En Rayón, Sonora
En Rayón Sonora
En Cucurpe 2014
En el Palacio Municipal
Recibiendo mi reconocimiento
En Magdalena de Kino
Magdalena de Kino
Jueves Santo
Jueves Santo '14
Día de las Madres '14
Autobiografía
Atardecer
Pochote
Pastorela
Posada
Mesa de antojitos,
Ambientación Musical
Posada del Taller de Autobiografía de UNISON
Y así las escaleras.
Navidad 2013
Mesa Directiva de ESAC
Tema. Sin fronteras ni límites
Cuarta Noche de las letras
Feria del Libro Hermosillo 2013
Aguas plateadas al caer la tarde.
Viaje Convive
Desde Taxco, Guerrero. Un saludo
Hornilla
LA CASA DE LOS ABUELOS
OTROS OJOS
Hoy vi con otros ojos el
ayer que vivía en mí.
No hay capulín en el centro
del patio. El tronco que, encendido, retaba al frío en el callejón, no está
más. Los arcos cambiaron sus líneas curvas por rectas exigentes y arrastraron
consigo los lirios que crecían a sus pies.
Hoy vi con otros ojos.
El lugar vacío por décadas
de ausencia de los abuelos, está ocupado de nuevo y no supe cuándo sucedió. Otro
espacio, otro entorno… otro tiempo. ¡Eso, otro tiempo! ¿Quién vio pasar los
días y las noches por el camino de los meses y los años? ¡Yo no! Pero...
el lugar de los abuelos ya no está. Ha sido interferido.
Hoy vi con otros ojos.
Los míos, los de mujer
madura. Sin capulín en el centro del patio, sin arcos en las paredes del
corredor, sin lirios, sin la ilusión de niña, he ocupado el lugar de mis
abuelos. Un infante que lleva mi sangre se mece en el columpio que está bajo
las ramas de un árbol que no da bolitas verdes y que no cambiarán de color. No
tengo líneas curvas en mi casa, no tengo un espacio dónde colocar un gran leño
y prenderle fuego para sobrellevar el invierno. Sin embargo,
mis ojos miran hacia el
infinito, hurgando en mi memoria, y aunque no puedo ver sus rostros surcados por los años, veo la
paciencia, la sabiduría y el amor de los cual hicieron alarde mientras jugué a su
alrededor. Hoy me toca hacer lo mío y espero saber imitarlos por el bien de mi
descendencia. ¡Adiós abuelos! ¡Bienvenido nietos míos!
Frente al cañón La cruz del diablo.
Con el cronista anfitrión
Placita de Nácori Chico
Grupo de Cronistas en Nácori Chico. Agosto 29 de 2013
Impaciencia del corazón
IMPACIENCIA DEL CORAZÓN: Stefan Sweig.
Si mal no recuerdo, en junio comencé a leer esta novela y por diversas circunstancias, suspendí su lectura, así que tuve que reiniciarla desde el principio, porque ya no recordaba su
inicio. El siete de agosto publiqué mis impresiones sobre el libro de Nuevas Leyendas Toledanas, lo que me dice que inicié este libro ese día o a más tardar el día ocho. Pues bien la lectura de hoy domingo, once de agosto me dice que leí 347 páginas en tres días. Maratónico, cualquiera pensaría que no tenía otra cosa que hacer, peo sí tenía y lo hice, y el libro vagó conmigo por toda la casa: en la recámara, la cocina, en la sala, en el patio, en la casa vecina, siempre dispuesto para que en cualquier momento en que tuviera que esperar algo, lo hiciera con el libro en la mano y así adelanté su lectura con la cuál fue posible que pasara por diversos estados de ánimo, sufriendo con el protagonista, dándole en ocasiones la razón y en otras con ganas de apabullarlo y obligarlo a renunciar a su compromiso de samaritano y qué decir de la niña intolerante y su padre; en ocasiones los compadecí pero en otras me hacían levantar la voz en un quejido de desaprobación por su conducta. Sufrí, pero también admiré la destreza literaria de Sweig para narrar una historia, a mediados del siglo XX, cargada de sentimentalismos, palabras de honor y
compromisos medievales que muy difícilmente podrían llevarse a cabo en ésta época, ni siquiera en una pequeña parte, tomando como referencia, el amor, el compromiso, la paciencia, las ofensas, la tolerancia y la intolerancia, así como el chantaje mental.
Es una muy buena novela porque su lectura es fácil aunque llega a veces un momento en que si te saltas algunos párrafos no pasa nada, pero son pocas las ocasiones en que llegas a eso y a pesar de esa circunstancia, quieres seguir leyendo, de hecho, creo que la desesperación por continuar en la trama me llevó a ello. Quería saber con prontitud cual era la reacción de uno u otro personaje y la impaciencia me llevaba a actuar con la lectura como los personajes lo hacían en su vida diaria. Impaciencia del corazón es un título que le queda a la texto como anillo al dedo, porque si bien esa impaciencia se presenta en los corazones de… digamos cinco personajes, el escritor logra que el lector sea el impaciente número seis. Muy bien lograda, muy bien estructurada.
Le doy las gracias a mi amigo Ernesto por facilitarme este libro y ojalá, amigo lector, tu también tengas la oportunidad de leerla.
Blanca López
Si el tiempo fue capaz de detenerse en este porche...
III Noche de las Letras
BAJO EL ASEDIO DE LOS SIGNOS
Amanecer
Torre del campanario
Ruinas en Baroyeca
Mi río querido
¿Será posible tanta belleza natural?
Al entrar en contacto con la naturaleza y escuchar el murmullo del agua al correr, sentir el aire fresco en tu cara, aspirar la humedad del ambiente, definitivamente te irradia una energía que lleva tus sentidos al punto máximo de la felicidad, el relax es completo y al abandonar el lugar uno es otra persona. Se convierte en un ser tan positivo que la sonrisa utilizada para la fotografía de rigor queda plasmada en tu rostro por horas.
Visita estos lugares.
Llénate de energía positiva.
Sé feliz.
Pajarita
En el Palacio Municipal
En el puente, 1a. foto.
En Magdalena de Kino
Agua, aire, sauces y... yo.
Las ollas y yo
Grupo de cronistas
EN CUCURPE
FERIA DEL LIBRO EN NOGALES
Cada día aprendo algo nuevo
A través del ISC me invitaron a participar en la Feria del libro en Nogales, Sonora, presentando mi libro de cuentos y relatos. Acepté de inmediato considerando que el año pasado no participé en ningún evento cultural.
Un día antes me recogieron en mi casa y llegué a la feria con libros, comentarios de escritores sobre mi libro y pregunté donde sería mi presentación. Ahí me enteré que sería en "La cueva", como los organizadores del evento llaman a un espacio semicircular recién terminado, y que mi público serían niños de primaria puesto que a ellos se les había informado que el libro era de cuentos infantiles. Dí las explicaciones correspondientes y señalé que no había problema, que trabajaría con niños.
¡Bendito internet! Abrí mi correo y luego un E-mail que subí cuando asistí al Instituto Arrizón (previendo incidentes o accidentes) e imprimí algunos cuentos infantiles (El ratón que se comió un gato, Las albóndigas de la abuelita y El coyote chamuscado).
El recinto estaba lleno como se aprecia en la imagen y los niños dispuestos a escuchar cuentos. El ratón que se comió un gato se convirtió en dinámico y los niños terminaron contando el cuento conmigo y Las albóndigas de la abuelita sacaron risas a los oyentes cuando leí la palabra "nalgas", término que hizo que nadie perdiera la atención sobre el cuento. ¡En fín! El resultado fue una MUUUY BUENA EXPERIENCIA que estoy dispuesta a repetir cuando se me presente la oportunidad.
GRACIAS organizadores, maestros y niños que me acompañaron en La cueva, en el Centro Cultural de Nogales.
¡Feliz día del niño!
Gracias mamás de quinto grado.
Jornadas Binacionales de Literatura "Abigael Bohórquez"
Crimen y justicia
Comparto con ustedes el texto leído en mi mesa de trabajo, el cual forma parte del libro surgido de la segunda Noche de las Letras, promovida por ESAC.
Crimen y justicia
I
La luna de octubre salió brillante detrás de las palmeras que rodeaban la plaza del lugar y ayudó con su luz, a Juan y Martín, a que instalaran la radiola en el kiosko. Ese día habría baile en el pueblo. Las muchachas, desde muy temprano, habían dispuesto todo para lucir sus mejores galas y esperar ser invitadas a bailar por algún chico. La novia de Juan no asistiría por encontrarse fuera del pueblo, pero él sería el encargado
de cambiar los long play para amenizar el baile.
Las parejas iniciaron el baile y Juan, ayudado por Martín, seleccionaba las canciones apoyándose en las peticiones de los bailadores. Las horas pasaron y la cantina del lugar cerró sus puertas y llegó el momento en que un grupo de
jóvenes que querían seguir bebiendo, con la intención de no separarse de sus parejas de baile, le pidieron a Juan que les hiciera el favor de comprarles vino tinto, que era el único líquido embriagante que se vendía en la tienda de Pedro. Este accedió y dejó a Martín encargado del cambio de discos.
El abarrote era una casa antigua frente a la plaza y a un costado de la iglesia que Pedro heredó de su abuelo. Tenía una puerta de acceso y una ventana, y estaba custodiada por dos grandes yucatecos que por su elevación se podía
deducir que ya llevaban algunas décadas en ese lugar.
El comercio estaba cerrado y su dueño dormido, por lo que al atender al llamado de la puerta, el tendero no mostró muy buena cara, pero aún así le vendió la botella de vino.
Juan acudió por segunda vez a comprar la bebida y fue atendido con descortesía, pero regresó con la botella requerida.
Cuando los amigos de Juan le pidieron una tercera vuelta al abarrote, éste se negó y Martín, que era un jovencito de doce años, se ofreció para hacer la compra. Juan, considerando que por ser casi un niño no lo atenderían, le dio alcance justo cuando Martín tocaba a la puerta. En un intercambio rápido, Juan tomó el dinero y se paro frente a la puerta. El tendero la abrió y sin decir nada lo recibió con un arma de fuego disparándola en dos ocasiones e hiriendo a Juan de gravedad. Martín corrió, asustado, hasta la plaza y detuvo el tocadiscos. Los bailadores que habían escuchado las detonaciones, se abalanzaron hacia Juan al verlo que, tambaleante, caminaba por la calle, derrumbándose justo frente a la iglesia.
Pedro no opuso resistencia cuando las autoridades locales lo aprehendieron por el cargo de homicidio. Su esposa vendió la casa y se traslado a la capital para estar más cerca de su marido, recluido en la penitenciaría.
II
José aún no nacía cuando sus padres compraron la casa junto a la iglesia, pero la sombra de los yucatecos siempre lo había cautivado, al igual que quienes gustan de pasar las tardes fuera de su casa. Así fue como Gerardo llegó al lugar para conversar con José y dos forasteros que lo acompañaban.
Pretextando el calor que se sentía por el ardiente sol del mes de junio los cuatro jóvenes se dispusieron a consumir bebidas embriagantes combinándolas con sustancias prohibidas. La conversación de los jóvenes fue subiendo de tono con el pasar de las horas y Gerardo mostró sus diferencias con los forasteros y sin previo aviso se retiró rumbo a su automóvil. Se introdujo en él y extrajo un arma larga que normalmente, los pueblerinos utilizan para ir de cacería; se acercó a los tres jóvenes y amartilló el arma en el pecho de uno de ellos. El arma falló y eso dio tiempo a que el forastero sacara de entre sus ropas un arma corta y le disparara en dos ocasiones. Gerardo cayó herido de muerte, en el mismo lugar donde treinta años antes cayera el joven que sin ser un bebedor, por comprar una botella de vino recibió dos disparos a quemarropa.
Los forasteros huyeron internándose en la sierra. Hay quienes dicen haberlos visto ir de un rancho a otro sin acercarse a los poblados.
III
Cuando los novenarios de Gerardo aún no llegaban a su fin, los yucatecos fueron talados hasta el nivel del piso y ahora, son más visibles las dos cruces que señalan los lugares donde Juan y Gerardo perdieron la vida con una diferencia de tres décadas.
IV
Pedro, convertido en un anciano, toca la trompeta como integrante de la banda de música que ameniza el baile en el kiosko de la plaza pública y, aunque está de espaldas a la casa junto a la iglesia, cada vez que sacude su trompeta, sacude también sus recuerdos y gira su cabeza mirando con nostalgia la que una vez fuera su morada y hasta sus recuerdos llega el momento en que, siendo un niño pequeño, junto a su abuelo plantó los yucatecos frente a su hogar.
Jueves Santo 2012
Viernes Santo 2012
Santo Entierro 2012
Sábado de Gloria 2012
COLORES DE MI PUEBLO
Atardecer rojo
Campanario
Verde
Nublados
Azul
Neblina
Gris
Así se encontrabaTónichi la mañana (7:50) del 23 de Diciembre de 2011. La neblina subió del río y se desplazó por el pueblo permitiendo que gozáramos de este espectáculo y sin madrugar.
Atardecer
Negro
Entre naranjas
¡Mmmh, a gusto!
Chapoteadero
Agua y buena compañía.
Ahora sí, ya tenemos un lugar dónde refrescarnos en el verano mientras disfrutamosde una deliciosa limonada, ¡salud!
Expo ganadera
¿Verdad que si parezco escritora?
La noche de las letras
en el bar
¿No se les antoja estar en un lugar así?
En Álamos FAOT 2011
Con el burro "Gaspar", en la callejoneada
Año Nuevo en Tónichi
Bienvenido 2011
Posada navideña
En el estadio de los Naranjeros
Cárcel vieja
La Guanga
El tío Juan se percató de la salida del animal apurándolos a devolverlo al corral. El burro no obedeció los gritos de Javier y apresuró el paso hasta ganarles terreno suficiente para que los niños desistieran de seguirlo.
La persecución del animal los llevó hasta la cañada, en los extremos del pueblo, lugares que hasta ese momento, los niños no habían explorado. Los ojos inquietos de Joaquín se fijaron en una abertura en la roca y centró su atención en el lugar, olvidándose del burrito. Con la ctitud propia de los niños, instó a Jvier a que lo siguiera, abriéndose paso entre la maleza, hasta llegar a los restos de una reja de fierro oxidada, retorcida y fuera de lugar, La cueva era lo suficientemente grande para que Javier y Joaquín se introdujeran en ella, permaneciendo de pie.
regresaron al caserío corriendo, emocionados a más no poder por su decubriemiento, llamando a gritos a su tío, sin acordarse del burro que anteriormente perseguían:
_ ¡Tío Juan! ¡Tío Juan! - Gritaban. El aludido apareció tras el corral preguntando por el burro.
_ Se nos fue _dijo Javier.
_ ¡Pero encontramos una cueva! _Señaló Joaquín.
_ Si, rumbo al río _indicó Javier.
_¡Ah! Llegaron ustedes hasta La Guanga.
_¡No, tío! A una cueva.
_Sí, a la cueva que aquí llamamos La Guanga.
_¿Por qué la llaman así? _Quiso saber Joaquín.
Era lo que Juan necesitaba, una pregunta de los niños, para explayarse en platicar aquella anécdota que de hecho, tenía bastante tiempo sin contar.
_ Hace ya algunos años acondicionaron la cueva para utilizarla como cárcel, ¿no vieron una reja de metal? _los niños asintieron_. Pues, tenía pocos días de haber cerrado la cueva cuando Eduardo martínez, un borrachito consuetudinario, apodado El Guango, escandalizó de más y se convirtió en el primer preso en esa cárcel y, con su sobrenombre bautizaron el presidio.
_ ¿Fue la única persona que encerraron allí? _Preguntó Javier.
_ No _contestó, Juan_. Hubo otro preso en esa cárcel, se llamaba Jesús Jaime y lo apodaban El Güico.
_ ¿Ese también escandalizó? _Quizo saber Joaquín.
_ El Güico llegó del Valle de Tacupeto _señaló Juan, acomodándose el pica dientes que traía en su boca, perparándose para una más larga explicación a sus sobrinos_ pero, antes que él, llegó la notificación de su arresto, ¡quién sabe que haría! Unos dicen que tumbó unos cercos, otros que mató a alguien y hay quineas dicen que por comerse una vaca. ¡Quié, sabe! Lo cierto es que fue el segundo y último ocupante de La Guanga, ya que con la construcción de una celda en el edificio de la comisaría, se olvidaron de ella.
_¡Uf! _exclamó, Jesús. Para el Guango y el Güico debió de haber sido mucho castigo el estar encerrados en ese lugar apartado del pueblo y rodeado de víboras y los demás animales que hay en la cañada.
6 de agosto de 2010
Feria del Libro en Puerto Peñasco
Felicito a Norma Alicia Pimienta por su interesante charla sobre el periodismo y la literatura con perspectiva de género.
Desde aquí mi agradecimiento a los organizadores del evento por sus atenciones y excelente disposición.
Los Tribunales
Reconozco la labor de Conchita baldenegro y Francisco (Panchito) Baldenegro por continuar con una de las pocas tradiciones del pueblo. Bien por ustedes. Felicitaciones.
En el Pinacate
El Pinacate
Ya de regreso estuvimos en la zona conocida como El Pinacate, un lugar maravilloso, ya que nos tocó ver el desierto lleno de flores y caminar por la orilla del cráter El Elegante.
Gracias a nuestros amigos Sanluisinos por su invitación.
Los colores de esta temporada
¡Buen juego, jovencitos!
Cabe señalar que algunos niños tonichenses tienen "pinta" de beibolistas, ojaláy sigan con los entrenamientos y mejor sería que un veterano pueblerino los guiara en esa práctica.
¡Adelante niños. Ustedes pueden!
EL REPARO
¡Otra tranquila forma de convivir en este pueblo que el día se va rápido, y la noche también, si el día ha sido muy ajetreado.
¿Ases o tercia de reyes?
El Cementerio
Lo que pasa es que es de pensarse donde quiere uno que descansen nuestros restos, cuando llegue el momento, porque con eso de los reglamentos de los panteones, cada vez se reduce más el tiempo de permanencia o uso de un espacio, ésto por supuesto en las ciudades, ya que en los pueblos, como dijera alguien en mi pueblo "aquí te entierran y te dejan para toda la vida" (¿?). Cómo sea, pues, la tranquilidad en los panteones de las ciudades, está de discución.
El pasado 2 de noviembre, en realidad desde el día primero, tuve la oportunidad de asistir al camposanto de mi pueblo y ése día (1°) acudimos al caer la tarde y prendimos velas y veladoras al montón de tumbas de nuestros antepasados: Era un satisfacción enorme observar las luces cuando la luz natural no se va del todo y, cuando la noche llegó, acompañada de la luna, aquello era lo máximo para contemplación: Luces, quietud, armonía y buena charla entre primas, tíos y demás parientes. Nos dieron (como dice la canción) las díez entre chascarrillos, anécdotas y últimas noticias del pueblo.
Al día siguiente, usted no lo va a creer (creo que, como también dice una canción) pero ¡Michael Jackson resusitó en Tónichi! Les dije que no me iban a creer. Pero resultó tan chusco que por buen rato nos divertimos con el personaje que involuntariamente un pueblerino hizo notar entre las tumbas.
Como puede observar en una de las fotografías, la venta de elotes cocidos, tamales, café y champurro no se hizo esperar, al igual que los duros con verduras y le entramos duro a los elotes mientras escuchábamos las mañanitas, la pajarera (las más solicitadas) y algunas canciones más que la banda La Pobreza interpretó para festejar el día de muertos.
Hallowen
Hallazgo
Una vez en el lugar, me quedé arriba del auto a esperar que vaciara la basura. El lugar está rodeado principalmente de mezquites y, uno de ellos quedó prácticamente en el centro del área de descarga de los automóviles. Después de maniobrar para retirarnos, rodeo el mezquite y alcancé a ver algo en el tronco del árbol. ¡Espera! Dije. Hay algo recargado en el tronco del mezquite. Me pareció que era un hacha. Bajé y recogí mi hallazgo. En efecto, era un hacha. Deja eso. Me sugirió mi esposo, no sirve. No porque este vieja no va a servir, le contesté.
Al llegar a casa observé el hacha y el mango era ”hechizo”, dijeron mi papá y mi esposo, y era una calamidad. Tomé un pomo de braso (líquido para limpiar metales) y comencé a tallar y tallar. Noté que había grabados en el objeto y seguí tallando. El metal tomó un color verdoso y apareció un emblema.
Que yo sepa, en la actualidad las hachas no traen grabado ni la marca, mucho menos algo así. Les comente a quienes me veían haciendo mi tarea de tallado. Lo dibujé, copié las palabras (era inglés) y mi padre me dio una lección del uso que había tenido el hacha por las marcas de golpes en diferentes partes.
Ya en la ciudad, con ayuda de mi hijo, metimos la información a internet y, ¡oh, sorpresa! Resultó ser una hacha especial, elaborada a mano y de colección.
Comparto con ustedes mi hallazgo y sigo defendiendo la idea de que “no por estar viejo (a) no sirve”.Hoy, el hacha adorna una de las paredes del patio de mi casa en el pueblo.
¿Turismo en Tónichi?
Cerca del pueblo hay un lugar con aguas termales "Agua caliente" es el nombre (nada original) con que se le conoce. Ahí es posible cocer un huevo en diez minutos y en el invierno se puede admirar el vapor que generan dichas corrientes. Hay quienes dicen que los baños en ese lugar son medicinales.
Si tienes posibilidades económicas y cuentas con cuatrimotos los recorridos alrededor del pueblos son posibles con mucha tranquilidad ya que los automóviles generalmente no circulan a menos que tengas que trasladar algo y, si dispones de una canoa, lancha o kayac, ni se diga, la mansedumbre de las aguas te permiten navegar por ellas. Sólo en épocas de lluvia se presentan corrientes peligrosas con la llegadas de aguas de los arroyos. Algunas delas fotografías siguientes darán fe de lo que digo en este espacio.
La cabalgata
Con motivo de la celebración de Semana Santa, los jóvenes, quienes se visten de fariseos (muy de mi pueblo, por cierto) organizan actividades de entretenimiento donde se valen de lo que tienen a su alcance para sacar por lo menos una sonrisa a quienes año con año nos visitan. Observa los caballos que utilizan para representar una cabalgata por todas las calles de Tónichi, mostrando preferencias políticas, aunque sólo sean de ocasión.
¡Bien por ellos!
Sobre todo porque fue una cabalgata alegre. Tan alegre que terminó en baile en la plaza pública.
La cabalgata
Hubo de todo
ACLARACIÓN: Para los que no conocen mi pueblo debo decirles que en el río, hay un lugar donde el agua hace remanso (así dicen aquí) y supuestamente esto se debe a que hay una cueva que, al detener un poco el agua, ésta se ve tranquila e invita a bañarse, pero son pocos los atrevidos que han salido con vida de ahí, por eso, a la carpa donde se instala la venta de cerveza a un costado de la plaza pública, la llaman así: El Bacárachi, porque son muchos que salen de ahí "ahogados".
Bienvenida SEÑORA PRIMAVERA
No conté _ni quise hacerlo_, el tiempo que pasé dentro, pero así hayan sido dos minutos o dos horas, el tiempo se borró de mi mente y disfruté al máximo la compañía de amigos, su plática y buenas intenciones dentro de aquel "baño sauna" y efectivamente, le di la bienvenida a la Señora Primavera. Sí, Señora Primavera, porque la primavera es eso, una señora, porque es la que encabeza las estaciones del año y llega con la mejor cara, una cara que le da la alegría de poder traer consigo un excelente clima; de pintar con los más diversos colores las copas de los árboles, de hacer brillar las estrellas en un cielo totalmente oscuro; de masajear nuestros oídos con el trinar de los pájaros; de hacer palpitar los corazones de los jóvenes y _con tantas bellezas a nuestro alcance_, de dibujar una sonrisa en la cara de las personas que tiene la sensibilidad para darse cuenta del espacio que los rodea y lo disfrutan al máximo, algunos sonriendo a la vida y a otros metiéndolos a un temazcal para obtener una experiencia nueva y salir renovados en cuerpo y espíritu y tener la oportunidad de decirle a un gran amigo: Gracias por considerarme como tal e incluirme en tus buenos propósitos.
¡Bienvenida, Señora Primavera!
P. D. Espero haber escrito correctamente la palabra temazcal, de no ser así, corríjanme por favor.
¿Toronjas, limones, higos, granadas o naranjas agrias?
MI DEBILIDAD
Sabes cuál es mi punto débil y te aprovechas de ello.
Mi debilidad no se pide, se roba.
Sabes cuál es mi punto débil y juegas con mis temores.
Mi debilidad no se roba, porque se pierde el encanto.
Sabes cual es mi punto débil y te muestras distraído.
Mi debilidad es fuerte, aunque se rompe al más fino de los contactos.
Sabes cual es mi punto débil y te deleitas haciéndome gozar.
Mi debilidad es bella, cálida y sensual.
Sabes cual es mi punto débil y me niegas la oportunidad de hacerlo fuerte.
Mi debilidad es dulce... profunda... intensa.
Sabes cual es mi punto débil y lo disfrutas secretamente porque...
Mi debilidad... son tus besos
Septiembre 22-08
¡Hola, amigas(os)
Ya de regreso, aunque no con muchas ganas.
Fueron unas vacaciones “ocupadita” pero también con mucha diversión.
Compartiré con ustedes algunas fotografías que tomé por ahí, en los lugares que estuve.
Agosto 19 de 2008
Viaje a Puerto Libertad
Autoridades de SEDESOL
Entrega de computadoras
¡Ya empezaron las vacaciones!
Me voy...
Mañana me voy al pueblo así que estaré un poco alejada de la tecnología, pero en cuanto pueda, si me permiten el acceso al Internet en la Telesecundaria, prometo que desde allá enviaré algo para ustedes.
ANÉCDOTAS ESCOLARES
Cuando aún estaba en los grupos dando la clase de Historia de México, cierta alumna de tercer grado de secundaria me reclamó el hecho de que había calificado mal su examen y al revisarlo, ví sus letras tan mal hechas que le pedí me dijera cual debía considerar, y me dijo:
— Maestra ésta respuesta está bien y usted me la puso mal —señaló la letra efe, que más bien parecía una pe, por sus líneas unidas.
— ¿Que letra escribiste? Le pregunté.
— La fffff —me contestó soplando como si quisiera apagar velas en un pastel de cumpleaños— Ni conoce usted las letras— concluyó.
2
Un compañero maestro salió tan enojado de un grupo, que al toparse con él en el pasillo, me vi obligada a preguntarle:
— ¿Por qué tan enojado?
— Este grupo no lo aguanto, siento que estoy sembrando en el pavimento y por más que me esfuerce, las semillas no germinarán.
3
Al preguntarle a un compañero en que unidad del programa de Historia de México iba, me contestó:
—Todavía ando con el fusil en el hombro (la Revolución Mexicana).
4
Otro maestro enojado.
—“... estoy seguro, que a ciertos muchachos, si les abrimos el cráneo, para verles el cerebro, vamos a encontrar el sello de garantía, intacto, todavía no lo estrenan...”
5
Una maestra:
“...en la actualidad, el maestro tiene que estar sordo —para no escuchar las palabrotas de los alumnos—, ciego —para no ver a los novios que se besan en el salón de clases— y sin olfato —por los malos olores que circulan en las aula.”
jUNIO 26 DE 2008
HECHO EN CASA
Cierta ocasión; llegó una familia con dos niñas y tres niños rubios, muy guapos. Ceci inmediatamente le echó el ojo a uno de los güeritos. Como se ubicó en su salón de clases se las ingenió para sentarse a su lado y no perdió la oportunidad de coquetearle. Cuando la mandaban a las tiendas, se desviaba hacia la calle donde habitaban, para verlo aunque fuera de lejos.
En esa época, los comercios que había en el pueblo se dedicaban generalmente a la venta de alimentos y enseres propios y necesarios en las comunidades rurales; pero no había una sola tienda que vendiera lo que se necesitaba para vestirse. De ahí que las madres de familia, utilizando máquinas para coser, heredadas a través de generaciones, que protestaban a cada presión ejercida por los pies de las hábiles costureras, confeccionaran la ropa: desde el vestido, las faldillas y hasta las pantaletas de sus hijas.
Los vestidos los hacían con telas que compraba en la tienda de “Lenchita” —la dependienta impecablemente vestida—, las faldillas las hacían de manta y las pantaletas terminaban cosiéndolas de la tela que obtenían al comprar los quintales (sacos) de harina y de azúcar. Los quintales de harina traían impresa la marca “Harina Los Gallos” y, haciendo alusión al nombre mostraban dos grandes ejemplares de pelea de color rojo, en actitud de ataque. A pesar de que la burda manta era sometida a un tratamiento de cloro, no era posible retirar de forma total lo impreso en ella.
Ceci llegó con sus amigas dispuesta a pasar un buen rato frente a la casa de los galanes y se pusieron a jugar. Por supuesto que al verlas los susodichos, salieron y se sentaron en la banqueta. Primero muy serios pero al paso de los minutos, mientras las observaban —con cierta timidez y luego directamente— cuchicheaban entre sí, sin poder ocultar sus sonrisas maliciosas.
Las niñas jugaban a los Encantados, corrían, brincaban y se jaloneaban. De pronto, en una de las volteretas, Ceci fue a dar al suelo con las piernas abiertas, mostrando el trabajo realizado por su madre en la máquina de coser, ¡con un centrado perfecto del estampado de la manta! A pesar de que Ceci trató de incorporarse rápidamente, el güerito gritaba ¡Harina los Gallos! ¡Harina Los Gallos! Mientras se ponía rojo de la risa, al igual que sus hermanos.
Ceci, ¡Ni siquiera volvió a pasar por esa calle! Se negó a seguir usando las pantaletas y exigió encargar de las de nylon a Hermosillo que por esos tiempos apenas se empezaban a poner de moda.
Junio 24 2008
Velada Literaria
El evento resultó de lo más agradable, música, poesía, lectura, baile y por supuesto, viandas, pan y vino. Todo estuvo en el momento justo. La organización, de lujo; los invitados, únicos, dispuestos a disfrutar de un momento de relax, y buena energía.
Tenía tiempo que, por diversos motivos, no había estado presente en este evento anual y la verdad, la hora y media de duración, aproximadamente, la sentí como quince minutos. Eso les dice lo que disfruté tan magnífica tarde-noche.
La magistral interpretación del Profr. Pablito y la de uno de sus pupilos, en la guitarra fue muy aplaudida y no se diga de las voces que se dejaron escuchar al interpretar canciones las alumnas y alumnos de la escuela, así como la Profra. Ma. Eugenia, ¡lástima que cantaron una canción cada uno!
Dos cosas me sorprendieron la coreografía a cargo de la Profra. Blanca, maestra de Arte, donde sus alumnos se lucieron en un cuadro muy movido, lamento no señalar claramente los tipos de música, que levantó a algunos padres de familia y maestros para mostrar sus dotes de bailarines. La poesía, ¿Platicamos, papá? De Fidencio Escamilla, sí que logró aplausos y aquí hay que destacar la voz y el sentimiento de la alumna que declamó.
Reconozco el trabajo de la Academia de Español y la organización de su Presidenta de Academia, Profra. Betzabé Parra Villa. ¡Bien por todos! ¡Felicidades!
Lectura de obra
Tus deseos son órdenes
La semana pasada tuve el momento adecuado para volver a verla y me quedó el deseo de compartir algo de lo que por algunos días estuvo dando vuelta en mí.
Ten cuidado con lo que deseas, puede volverse realidad, es un proverbio chino que de alguna forma hace referencia al tema de El Secreto.
El Secreto, definitivamente es cuestión de fe, seguridad en ti de que alcanzarás todo lo que te propongas. Se basa en la ley de la atracción. Todo lo que tienes es lo que tú atraes, de ahí, que hay que tener siempre muy buenos pensamiento y con ellos obtendrás salud, alegría, dinero, relaciones, amor, felicidad. Hacer a un lado cualquier pensamiento negativo y centrarte en ideas y visiones agradables. Esto es, tener una actitud positiva al cien por ciento en todo lo que hagas.
En la película se hace referencia a Platón, Newton, Carnegie, Beethoven, Shakespeare, Einstein y otros grandes personajes de la historia, como conocedores de El Secreto, de ahí, que, en adelante, ¡buena vibra para todo! Y fe, mucha fe en todo lo que quieras obtener, ya que, tus deseos son órdenes para el universo.
Junio 07 de 2008
Las Fiestas del Pitic
Lamentablemente el jueves no pude asistir y el viernes hice un recorrido general desde la Carpa instalada en el estacionamiento del Colegio de Sonora hasta los puestos de comida instalados tras la catedral. Mientras saboreaba un elote asado (hacía años no probaba uno) disfruté del mariachi y la voz de Miguel del Castillo. Al pasar por los puestos de ventas de artesanías, no me quedé con las ganas de obtener un recuerdo y compré una bicicleta para jardín, de ésas que en el asiento para el conductor se coloca una maceta con flores. El sábado, me encontré con unas amigas y adivinen a dónde fui a dar, a La Barra Hidalgo, sí a ese lugar que no hace mucho tiempo, me supongo, debió estar prohibida la entrada a mujeres curiosas. Y digo curiosa porque mi cuello no dejaba de girar observando principalmente los grabados en el techo, la gran cantidad de fotografías detenidas en el tiempo que nos dicen con toda claridad cómo era el hermosillo, que hoy tratamos de visualizar al asistir a estas Fiestas del Pitic, en el Hermosillo antiguo. Todo un espectáculo. Pero déjenme confesarles que no sólo admiré la decoración del lugar, también probé la cerveza Indio de barril de la que tanto había escuchado hablar, ¡salud! Y, por supuesto la foto del recuerdo no se dejó esperar. Terminé la velada escuchando el concierto de Lila Downs, definitivamente diferente, regionalista, pero aún así, logró prender al público. En lo particular me gustó mucho la interpretación que hizo de La Iguana, aunque no sé si es el nombre correcto de la melodía. El domingo, a pesar que llegué a las ocho de la noche no fue posible encontrar un lugar para disfrutar de la presentación de Margarita, la “Diosa de la cumbia” y, el amontonamiento de la gente y su cadencioso compás al ritmo de la música de la colombiana, que los hizo sudar y calentar más el ambiente, me obligaron a retirarme y detener mi marcha en la pantalla instalada sobre la Rosales. Con todo ello, de los tres años que tengo asistiendo a estos eventos, definitivamente ha sido el mejor, algo difícil de superar pero no imposible. ¡Bien por los organizadores!
Junio 02 2008
Mi nuevo libro
3ra. Presentación
Comentarios de la 2da. presentación.
En Murmullos del ayer está el habla del vaquero, de las señoras del pueblo, del viejo pícaro sierreño, de los adolescentes que encuentran su primer amor, de las muchachas que van al baile. Y ese hablar, no es una copia directa y burda de la realidad, es un rescate literario, con toda la técnica del diálogo que deben usar los personajes.
El libro que esta noche apadrinamos, cuenta. Y en muchos sentidos. Uno, es un libro que ya cuenta en la producción literaria sonorense porque es de los primeros que publica Escritores de Sonora A.C. Por otra parte, es un libro que cuenta, en el sentido que todo lo que circula por él, lleva por sangre la acción y el efecto de contar, contar historias, cuentos, anécdotas, chistes y mal entendidos de gente de buen corazón. Además, sus letras, sus palabras, su entramado natural de frases, dan cuenta de innumerables recuerdos agrupados en treinta capítulos que, nos arrancan carcajadas, nos sacan del olvido lo que vestíamos y calzábamos en la infancia, nos muestran cómo era el anteayer de nuestras vidas.
Murmullos del ayer es un libro que se lee al mismo tiempo que se rebusca en la memoria plácida de los archivos, porque es una narración sin altibajos ni tropezones. No encontramos palabras que brinquen el tono del discurso ni acordes que nos hagan perder el ritmo de lo que se está leyendo. Es un libro que no pierde el tiempo y va a lo suyo: contar. Pero contar bien.
En su narrativa, Blanca Rosa no transita por la vereda del encuentro de los discursos literarios y académicos. No. Ella inclinó su teclado decididamente hacia la literatura. Blanca, después de habernos contado en murmullos del ayer mucho sobre su pueblo, también nos está apuntando que es una narradora con imaginación deslumbrante y por eso, nunca dejará de contar.
¿Qué tipo de libro es Murmullos de ayer? Desde la encuadernación hasta lo intrínseco. Divertido. Es un libro bien escrito, cuidado.
¿Por qué se llama Murmullos del ayer? ¿Qué cuenta?
¿Por qué la profesora Blanca Rosa López escribió este libro? No es el primer libro de la profesora, el ISC le publicó Trilogía de pastorelas.
¿Por qué debemos, primero comprar y después leer Murmullos del ayer? Por muchas razones. Diversión. Desarrollo cerebral. Gozo.
¿Qué tipo de gente aparece en Murmullos del ayer?
¿Por qué es importante Murmullos del ayer, para Tónichi, para Sonora y para todo México?
¿Cuál es el tema de Murmullos del ayer?
Murmullos de ayer es un libro claro, franco, sincero, sin trampas que pretendan hacerlo grandilocuente. Es, pues, un libro nacido en y dela sierra, a la orilla de un río, donde las nubes bajan y el calor hace que la gente juegue en la faena diaria. Allá donde los aeroplanos batallaban para aterrizar.
El trabajo escritural de Blanca Rosa López no se queda nada más en el rescate de las tradiciones y costumbres de los pueblos, sino que se adentra, de manera aparentemente sencilla, hacia la elegancia de la literatura. Y lo hace poniendo todo en el chuqui de la buena narrativa: lo que se quiere contar. No se pierde en formas que enreden el entendimiento, ni en zancadillas al lector con el justificante de su necesaria participación.¿Qué mejor participante del hecho literario que un lector divertido?
Marzo 30 2008
2da. Presentación, Tónichi, Sonora.
Murmullos del ayer, un libro necesario.
Por Esteban Domínguez
Esta es una experiencia nueva para mí que no me la quise perder.
Venir a Tónichi por primera ocasión, espero que no sea la única, con la encomienda de presentar un libro que habla del mismo lugar: Un lugar ligado al corazón, a los recuerdos dela autora. De ahí que las historias de este libro, sean necesarias escribirlas y leerlas. Una parte ya lo hizo Blanca Rosa, la otra nos corresponde a los lectores.
Esta presentación se hace más interesante porque algunos de ustedes que nos acompañan se podrían reconocer en los personajes de cada historia o puede que sean la persona que se nombra en algún pasaje.
La autora, por lo tanto, se encontrará en doble fuego, porque cuando uno escribe de personajes inventados, ficticios totalmente, pues no hay problema,, puede uno explayarse y decir muchas cosas, pero en este caso hasta hay la posibilidad de establecer el diálogo entre el autor y sus personajes, lo que hace al autor ir muy pegado con la realidad.
Yo no sé lo que vaya a pasar, pero la autora corre el riesgo de ser juzgada por la veracidad de lo que ha escrito.
El libro que Blanca Rosa ha escrito y publicado, me parece importante porque hace un rescate de anécdotas, de tiempos pasados, pero lo hace con un amoroso afán, afán de que permanezca memoria de muchas vidas, la vida de la gente mayor, de los presentes y los ausentes, de los niños, jóvenes el ayer cuyos murmullos habrá que escuchar con oído atento.
Un libro que se deja leer con facilidad porque sus pretensiones están claras, dejar memoria escrita de esos murmullos que se arrastran desde el pasado y que de no ser atrapados por la palabra escrita, se perderían sin remedio. Es un libro comoLa feria de Juan José Arreola, que nos va mostrando un gran mural de su pueblo. A su modo se puede considerar como una novela de todo un pueblo.
Felicito ampliamente a la autora de Murmullos del ayer.
Marzo 30 de 2008
2da. Presentación. Tónichi, Sonora.
¡Gracias, amigos!
1ra. Presentación
Presentación N° 1 de Murmullos del ayer
Comentarios 1a. presentación
Me divertí y aprendí mucho del libro de Blanca Rosa, gracias por invitarme a esta presentación.
“Murmullos Del ayer” no es sólo recordar el pasado; el libro es más que eso, hoy y mañana. Cada anécdota de aquellos años 50’s y 60’s del siglo pasado es una esencia de nuestra existencia humana. Se trata de un pueblo del corazón de la sierra del centro de Sonora, Tónichi, en el municipio de Soyopa, a partir de allí, de su gente, sus costumbres, juegos infantiles, comportamientos, ubicamos la particularidad, la identidad del lugar y su conexión con el mundo a través de las esencias de su cotidianidad, veamos:
1- El invento del avión que asombra a los adultos pero que en los niños acorta la distancia que hay entre lo posible y lo imposible: el hombre puede volar como los pájaros, sólo es cuestión de abrir los brazos;
2- El lugar de reunión de los lugareños, donde se acredita y desacredita al mundo, ¿lugar de reunión por qué? La esquina donde se cruza la calle recta más habitada con la avenida más ancha del pueblo ¿antecedente de los actuales Mall comerciales?;
3- La primera vez, con toda la inquietud ancestral ante la primera experiencia sexual;
4- El lugar encantado, nuestro lugar encantado de la infancia, que puede ser una casa de madera arriba de un árbol, o como es el caso en el libro, para Clarita, una casona abandonada, para mí lo fue, “La casita se cayó”, levantando la cobija con la punta de los pies antes de dormir, ¿y para ustedes?... ustedes saben;
5- Y siguiendo a un burrito nos podemos llevar muchas sorpresas, porque algo o mucho de inteligencia y de instinto deben de tener los burritos que han acompañado al ser humano tal vez desde sus orígenes;
6- Por supuesto no ha de faltar en “Murmullos del ayer” la Fiesta en mi pueblo, la Semana Santa y el mestizaje de culturas para aliviar el estrés y reafirmar la convicción religiosa que crea y sostiene los valores morales;
7- El toque de queda infantil. A pesar del castigo, a Lupita poco le importaba que la campana de la iglesia tocara y se divertía viendo a los bailadores los sábados. Infligir el toque de queda se castigaba con el dar vueltas hincada en el corredor de la escuela;
8- El juego del Tío Conejo, “aquí la pongo aquí la dejo, en la cuevita del Tío Conejo, que te la de, el que la pueda, tener, tener, tener... y tener”, y al que le dejaban la piedra en las manos atrás de la espalda, tenía que aguantar el interrogatorio, al castigado, al igual que a los otros, para no descubrirse que él la tenía porque entonces él sería castigado en el interrogatorio: una risita nerviosa, voltear los ojos, quedarse quieto sin expresión, moverse mucho, podrían delatarlo, caray, aquí tenemos el antecedente de la máquina de la verdad; en los juegos infantiles se prepara a los niños para la vida adulta;
9- La anécdota de “los fantasmas”, estrategia de los adultos para asustar a los niños y que se recogieran temprano en sus casas, toque de queda y fantasmas, la protección de los niños, de la juventud, en su inquietud por iluminar la noche de lo desconocido;
10- Las noches de Tónichi, del catre en los patios durante el verano, contando las estrellas y después los satélites, imaginarios, preparando a los hombres y mujeres del futuro en su actividad de pensar, de filosofar, de las manos de sus padres que los inducían en la gran experiencia generacional de observar, interpretar, y asombrarse ante la grandeza del firmamento.
Los “murmullos del ayer” se filtran en las páginas que Blanca Rosa nos ofrece, como “Hecho en casa”, así se llama una de las anécdotas, donde las bolsas de manta para la harina eran aprovechadas para la ropa de los niños; pobre de la Ceci, cuando en uno de sus juegos, tratando de quedar bien con un galán, brincó y se cayó, enseñando en sus partes íntimas el estampado de la “Harina los Gallos”... y a partir de entonces exigió que le trajeran pantaletas de nylon de Hermosillo, que apenas se andaban usando.
Los pueblos, cuando no había luz eléctrica y la vida nocturna giraba en torno de las lámparas de petróleo, su aroma, su romántica presencia; y las tiendas de los años cincuentas y la cultura del fiado, las carteras, que se pagaban ¡¡una vez al año, en octubre, cuando los becerros alcanzaban el tamaño y el peso ideal para ser entregados a los compradores de ganado... cuánta confianza!!; ¡Úsale! ¡Úsale!, expresión para asustar a los perros cuando quieren morder, en este libro encontramos muchas expresiones que rescatar de nuestra cultura de la sierra.
¡Felicidades, Blanca!